La planté y se me murió.
Recuerdo cuando adquirimos la parcela de naranjos en el Brosquil con la idea de
transformarla en un jardín informal. Entre las diferentes variedades que
introdujimos, tuve especial predilección por la “Passiflora caerulea”, ya que
reunía cualidades de gran valor cromático, curativo y simbólico que por su
crecimiento rápido, la belleza de sus flores aromáticas desde el azul celeste
al púrpura claro, su fruto carnoso y comestible, no podía faltar. Me esmeré en
la plantación, ubicación y posterior cuidado, pero se me murió en invierno.
Sentí frustración al haber fracasado; tres años después, en primavera, me
emocioné al observar la exuberancia y floración de la planta trepadora
Passiflora caerulea; supe en aquel momento qué maravillosa y sorprendente era
la naturaleza.
Toni
Bonacho
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