domingo, 17 de febrero de 2013

EL MES DE MAYO


Voy a contaros una experiencia vivida con vosotros en aquellos primeros años de la adolescencia en el Colegio Sagrado Corazón. Para situarnos cronológicamente, los hechos ocurrieron entre 1956 y 1958, cuando yo debía de tener nueve años. En la primavera de aquel año, coincidiendo con el mes de mayo, dedicado a María, el Hermano  profesor de nuestra clase, cuyo nombre no recuerdo o mi subconsciente no me lo permite, nos mandó escribir una redacción de tema libre y extensión máxima de un folio por una sola cara.


Mi tema escogido fue “las flores”, que como aficionado a las plantas, me permitía cierta facilidad de expresión. Desde la infancia la curiosidad hacia la belleza, elegancia y vulnerabilidad de las flores siempre me ha cautivado. Desde pequeño me ha asombrado como los capullos o cubiertas protectoras dejaban asomar la belleza de una flor como si de una ninfa se tratase, pasando de la exuberancia al deterioro, al abrirse y caerse los pétalos en un periodo de tiempo muy corto, perdiendo en su desnudez toda la magia y frescura del capullo, dejándonos una semilla que abrirá paso a una nueva vida en esta enigmática naturaleza cruel y maravillosa.


 El Hermano y Profesor nuestro me llamó para leer en voz alta a mis compañeros de clase la redacción  que con tanta ilusión y perseverancia había escrito para poder transmitiros lo que yo sentía hacia las flores,  bueno hacia los capullos. ¡Y bien que lo conseguí!
 
 
Subido en la tarima, de pié hacia vosotros, teniendo al susodicho pedagogo a mí derecha, empecé mi pequeña aportación al mundo de la Botánica. En la primera parte, observé con cierta inquietud la atención que prestabais, cosa no habitual. Entretanto, alguna sonrisilla maquiavélica se dibujaba en algunos alumnos aventajados cuando pronunciaba la palabra “capullo” con toda mi inocencia.
 
A la mitad de mi exposición didáctica, la clase estaba bajo el control de mis compañeros, quizás por el contagio de las primeras risas o porque el intelecto o cultura adquirida en la calle no daba crédito a lo que yo estaba exponiendo en la clase de un Colegio Religioso.
 
En los últimos párrafos de mi redacción, creo sin faltas de ortografía, las piernas y la voz me temblaban, tartamudeaba, creía morir, pues no entendía nada de nada, ya que no me había sentido nunca animador de fiestas o humorista, que es lo que en realidad estaba consiguiendo sin querer y más cuando pronunciaba la palabra “capullo”. La clase estaba totalmente tomada por mis compañeros. El resignado maestro,  cuyo nombre sigo sin recordar, no hacía nada al respecto. Le miraba de reojo mientras él seguía gesticulándome para que continuase con mí cometido hasta el final, observándole una sonrisilla de complicidad con mis compañeros aventajados.
 
Días más tarde  comprobé la riqueza del idioma castellano. La variedad de arquetipos y acepciones que tiene, constatando que os sentisteis libres, desenfrenados,  contentos por un momento sin yo pretenderlo, pues mi intención era otra bien distinta, siendo el profesor el único capullo en ésta pequeña historia compartida.
 
Siento no tener mi redacción del mes de mayo para reírnos juntos. Fue un toque de atención a lo establecido. No tuve censura alguna. La inocencia no entiende de estas cosas.
 
Moraleja: La inocencia no es simplicidad ni falta de conocimientos, ni algo de lo que tengamos que avergonzarnos, es una manera de ser, de vivir, algo que todos tenemos dentro y que nos hace vibrar en lo más profundo de nuestro ser cuando la descubrimos.
 
Este año, he ido a visitar a los Reyes Magos de Oriente. Besé la mano del Rey Baltasar, mi preferido, con la ilusión de pedirle algunas de las cosas que no se pueden comprar, pero que Ellos en su condición de “Magos” nos las pueden otorgar si somos buenos.
 
Gracias por leerme. Hasta pronto.
                                                                                  Valencia, febrero de 2005
                                                                                            Toni Bonacho
 
 
 
REYES MAYOS 2005
 

viernes, 8 de febrero de 2013

Y DIOS CREO A LA MUJER


Y Dios creó a la mujer como culminación de su gran obra universal, la dotó de grandes talentos y virtudes para que en convivencia con el hombre, gozaran de la felicidad y continuidad de la especie. Dios le ha dado espíritu optimista, jamás desespera ante las adversidades, donde el hombre ve nubes negras siente caer agua limpia y fecundante. Ella tiene visión de futuro, con la sencillez que la caracteriza, razona, si hoy me das pescado comeré hoy con mi familia, pero si les enseño a pescar mis hijos podrán comer mañana. Ella es luchadora incansable, si tiene un problema con solución pone todo su esfuerzo, pero si no lo tiene no pierde el tiempo en ello, sabe que no sirve de nada. Ella es curiosa, coqueta, pero no tonta, sabe que preguntar la aleja de la ignorancia. Su grandeza reside en amar, pero no como el hombre quiere, ello no significa que no ame con toda su fuerza. Deberíamos tomar nota para aprender de ese gran regalo que Dios nos ha dado,  mujer en simbiosis con el hombre y madre como regalo a la humanidad.

 

Toni Bonacho